miércoles, 22 de diciembre de 2010

¿Visitamos o invadimos?

Imagina lo siguiente: Estas trabajando de dependiente en una tienda. Trabajas duro, casi sin tomar tiempo de descanso. Hasta te comes tu almuerzo en los alrededores de la tienda mientras la gente sigue comprando. Cuando sales, ya se ha hecho tarde para ir a cocinar por lo que te vas a cenar a la cafetería del barrio. Allí quizás puedas ver a tus amistades que trabajan en otras tiendas y a los que no puedes ver durante el día. De pronto llegan dos personas que obviamente no son de tu vecindario tomando fotos...

El fin de semana fui al barrio chino de Nueva York por encargo de mi hermana para comprar algunos regalos de navidad. Yo casi nunca voy; no solo porque me queda fuera de ruta, sino porque siempre está lleno de turistas y es, en pocas palabras, un caos. Pero cuando hay que conseguir alguna cartera bonita y a buen precio (con o sin marca famosa) vale la pena darse la vuelta por la calle Canal. Si la caminas de lado a lado podrás encontrar desde perfumes hasta carteras, relojes, gafas... En fin, que hay de todo. Nos tomó más de una hora conseguir estacionamiento. No se crean que no me lo repetí mil veces - fue un error haber venido en carro. Así que después de dar tantas vueltas por las mismas calles, acabamos estacionándonos a unas 7 cuadras, que no es poco cuando un viento helado te golpea en la cara.

Antes de las compras, yo quería comer en el Caffe Napoli de la pequeña Italia, barrio aledaño al barrio chino. Y es que luego de caminar desde donde dejamos el carro, con un frío que ya me estaba desesperando yo quería sentirme como todos esos turistas. Por eso también llevaba mi cámara conmigo, pero cuando llegamos al calor del restaurante la guardé en la cartera. Escogí ese restaurante en particular porque quería comer un plato especial que probé cuando fui con mi tía y mi abuelita en mayo pasado. ¿Se acuerdan que les conté? En fin, el plato que yo quería repetir era una pasta rellena de queso y peras en salsa blanca, pero tuve la mala suerte de que ya no tenían el especial. En cambio me disfruté unos ravioli con setas (porcini mushrooms) y salsa de queso blanco que definitivamente valió la pena. Todo acompañado con una sangría roja y por supuesto en buena compañía. Ah, ahora sí me estaba sintiendo en ambiente, lejos de la rutina, como toda una turista yo también.

Entonces nos fuimos a hacer las compras. Yo no soy de regatear, pero en Chinatown se aprende bastante rápido. Recuerdo mi primera compra hace años, mucho antes de mudarme a NYC. Me pedían $35 por una maleta pequeñita, la cosa más chula que había visto, y que aún conservo. Yo no quería pagar más de $30 y muy jaquetona me fui de la tienda. Acabé regresando y pagando lo que el hombre pedía. Pero ahora se consiguen más o menos las mismas cosas en todas las tiendas y solo hay que dedicarle un poco de tiempo hasta que consigues el precio que buscas. De vez en cuando puede ser divertido. En esta ocasión no tenía mucho tiempo así que compré en una tienda que ya conocía ignorando por completo que habían más baratas en otro puesto (¿será por la economía?). Conseguí lo que buscaba y me pareció que ya era hora de irnos. Casi siempre que voy a Chinatown es para llevar a quienes me visitan, mayormente durante el verano, así que pocas veces voy en invierno. Por eso pensaba que las tiendas cerraban alrededor de las 5pm, por aquello de que oscurece tan temprano durante esta temporada. Pero me sorprendió que las aceras estaban bastante iluminadas con unos focos enormes que los vendedores ambulantes instalan en sus puestos de frutas exóticas y completamente desconocidas para mí. La temperatura estaba en los 30 y tantos, y aquellas personas seguían vendiendo sus frutos a los transeúntes.  Poco a poco, mientras te alejas del bullicio de los turistas y compradores y te adentras en las calles menos transitadas del barrio chino es que comienzas a ver, en parte, como es la vida real de estas personas. De regreso hacia el carro entramos en lo que parecía una cafetería, pues el frío nos estaba ganando la batalla. Lo que encontramos fue un espacio enorme donde vendían comida preparada, repostería y hasta un supermercado con pescadería. Claro que la apariencia era muy diferente a lo que nosotros estamos acostumbrados y precisamente por eso había llevado mi cámara, con la ilusión de tomar fotos del ambiente y del caos, pero en cambio me sentí cohibida y no me atreví a sacarla. La verdad es que hubiera sido muy buena foto, gente comprando toda clase de fideos, con carne o vegetales, setas, arroces, y hasta los clásicos steamed buns, mientras otros comían sentados en unas mesitas bastante viejitas. Pero, ¿cómo invadir su cotidianidad de ese modo? Allí no había turistas, ni gente novelereando, solo nosotros que por una casualidad nos dio con entrar. Miré la escena y absorbí el ambiente en mi mente como mejor pude, y acepté que esta vez no tendría foto que compartir. 

2 comentarios:

  1. Puedes recordar y hacer un dibujo al respecto... por si te habías olvidado del talento que tienes :-) Así puedes recrear el ambiente que observaste.

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  2. ¿Sabes que hace tiempo no dibujo nada? Voy a considerar tu idea, que no está nada mal. :)

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