miércoles, 12 de enero de 2011

Pasadía en Belém - dos Jerónimos y los pastelitos de nata

Regresamos de la Torre de Belém por la rua Bartolomeus Dias hasta el Monasterio dos Jerónimos, pasando el Centro Cultural de Belém y el Museo de la Marina. Y como ya no había fila entramos. En seguida me impresionó lo enorme que es la iglesia. Es cierto que el edificio se ve grande desde afuera, pero la nave principal es altísima, con detalles en el techo, columnas labradas, y está llena de escenas de la vida de Cristo y tumbas de personajes importantes.
Caminamos en silencio por la nave hasta llegar a la capilla principal. A veces estos lugares de oración se convierten en centros turísticos y admito que yo también tomo fotos, pero siempre lo hago con cierto recelo ―o más bien con respeto― porque reconozco que para muchos es un lugar sagrado. ¿O será que no estoy acostumbrada a las iglesias de esta magnitud?
Cuando salimos ¡estaba lloviendo! Pero yo no me quería ir sin probar los pastelitos de nata que mi amiga Glenda me había recomendado. Teníamos que caminar tan sólo unas cuadras para llegar a la Antiga Confeitaria de Belém, así que nos fuimos corriendo bajo la lluvia. Había una fila... pero no podía renunciar, así que resignados esperamos bajo los toldos hasta que pudimos entrar al lugar. Era imposible comer allí. La espera era demasiado larga para que nos dieran una mesa, y yo me quería disfrutar los pastelitos tranquilamente ―preferiblemente con un espresso― y no parada en el mostrador con tanta gente apretándose contra mi. Compramos 6 para llevar, y nos fuimos sin poder probarlos allí mismo.
"En 1837 comenzamos a hacer los originales Pasteles de Belém, siguiendo una antigua receta del Convento dos Jerónimos. Esa receta secreta es recreada todos los días en nuestra repostería, a mano, usando sólo los métodos tradicionales. Aun hoy, los pasteles de Belém ofrecen el sabor único de los antiguos dulces portugueses."
La lluvia seguía cayendo y había muchísima gente esperando ―igual que nosotros― por las guaguas que nos regresarían al centro de Lisboa. Presionados más por la lluvia que otra cosa nos montamos en la primera que pudimos. Creímos que íbamos por buen camino, pero así fue que nos perdimos y terminamos llegando hasta el Acueducto de las Aguas Libres. Lo mejor de todo fue que, a pesar de la lluvia y la perdida que nos dimos, el pasadía terminó con el delicioso sabor de los Pastéis de Belém.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Ahora cuéntame tú una historia... O coméntame de la mía, me encantará leer tu opinión.