sábado, 17 de julio de 2010

Barranquilla vs. Macondo

En las Navidades del '97 hice un viaje a Colombia que cambió completamente mi manera de ver el mundo. Antes de ese viaje, yo estaba acostumbrada a mi lechita pasteurizada, a llenar la botella del agua directamente del grifo, y a caminar por la calle sin que los carros se me tiraran encima. Y es que las calles en Barranquilla no tienen carriles delineados; el que quepa pasa. A veces, cuando me da un fuerte olor a aceite quemado o diesel me acuerdo del mes que pasé por allá. Porque dicen que los olores te transportan y te traen recuerdos que pensabas perdidos. Pero no lo digo por mal, es que había un taller de mecánica cerquita de la casa dónde me quedaba y aunque la calle era angosta pasaban unas guaguas grandes revolcándolo todo.

Cuando leí Noticia de un Secuestro de Gabriel García Marquez, tiempo antes de hacer el viaje, yo pensaba que esa historia era imposible. Pero en el '97 descubrí que Colombia es un lugar dónde cualquier cosa puede pasar, a lo Macondo, como en Cien años de soledad. Y que mucho aprendí del mundo en ese viaje, porque salí de la burbuja.

En ese año estaba de moda en Barranquilla decir que te había dado el abrazo de Rentería, que no era otra cosa que el catarro de temporada. Rentería es un pelotero colombiano de grandes ligas, y ¿qué hazaña hizo para ganarse la fama ese año? no lo sé, pero parecía que todos agarraban su abrazo. Cada año le ponían un nombre nuevo a la ola de gripe y ese año le tocó a él; me pregunto cuál será el nombre de ahora. A mi es que me daban gracia las ocurrencias de la gente. Y ese año pasó otra cosa que sí me dejó boquiabierta: una mujer preñada de trapos. Decían en los periódicos y en la radio que esperaba 6 bebés y que no se dejaba tocar ni hacer ningún examen médico. Una locura y todo el mundo hablaba de eso. Pues resulta que al final no era más que una barriga de ropa vieja y de trapos amarrados a la cintura simulando el embarazo. ¡Una panza gigantesca! Escándalo y vergüenza porque el cuentito se lo creyeron muchos y yo muerta de la risa porque no me podía explicar como pasaban estas cosas. Hoy solo puedo dar una explicación: Macondo existe, y lo que faltaba era que lloviera flores.

La gente en Colombia es gente alegre y buena, y con el pasar de los días se me comenzó a pegar el acentito. ¿Qui-hubo pues? ¡Miérrrrcoles! Todavía me acuerdo... y para cuando me tocaba regresar a Puerto Rico ya hasta me confundían con alguna cachaca de Bogotá, sería por lo blanquitacolada en la costa colombiana, y no reconocían de dónde era. Al menos eso me dijo el taxista que me trajo desde el aeropuerto a casa de Marta, con quien me estaba quedando en esas vacaciones. Que de dónde en Colombia era yo, me preguntaba el hombre. Y es que esa fue otra locura, pero locura mía. Yo regresaba de visitar a Jenny, otra amiga en Medellín, y tenía que coger taxi desde el aeropuerto. La mamá de Marta me dijo que me cobraban cierta cantidad de pesos, ya no recuerdo cuánto era, y yo llevaba tanto tiempo por allá que le había cogido confianza al lugar. Pero nunca había cogido un taxi sola y ahora que lo pienso me da hasta miedo. Así como hacen en JFK o en La Guardia, vienen los taxistas no afiliados y te ofrecen llevarte por algún precio competitivo. Esto te evita el tener que hacer la fila de los taxis oficiales y te puede ahorrar un par de chavitos si las cuentas te salen bien. Yo estaba sola, pero como el hombre me dijo el precio que esperaba oír me fui con él. Uno siempre de da cuenta de cuando hace algo mal; justo después de decir que sí ya me estaba arrepintiendo. Y gracias a Dios que esto no tuvo consecuencias, porque cuando le pregunté que dónde tenía su carro estacionado lo tenía bastante lejos. Todo salió bien después de todo y el hombre se quedó con la idea de que yo era de allí, quizás por la misma confianza con la que andaba, y porque él no llegó a darse cuenta de que todo fue pura ignorancia de mi parte.

Al principio no pasaba tan desapercibida, porque le tenía miedo a todo y las cosas eran más difíciles para mí. Había que caminar a todos lados porque no teníamos carro, teníamos que hervir el agua y la leche (no pasteurizada), y nada sabía igual. Poco a poco me fui acostumbrando. Pero a pesar de todas esas diferencias y de lo mucho que extrañé a mi familia, todos en Colombia me hicieron sentir especial y aceptada. Allí estaba yo en tierras lejanas, pero en buena compañía. Y de todos los viajes que he hecho, este tiene un lugar muy especial en mi corazón.

3 comentarios:

  1. Jejejejeje

    Me da mucha gracia, porque como habia viajado contigo y con lo maniatica que ERAS es sorprendente que sobrevivieras, jajajaja. Y pensar que ahora comes hasta carne cruda, jajaja.

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  2. jejeje De acuerdo con Angeles! Recuerdo que llegaste con el acentito... =))

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