sábado, 25 de septiembre de 2010

El mejor souvenir que compré en Rio de Janeiro

En mis primeros viajes me la pasaba buscando souvenirs para todo el mundo. Compraba para familiares y amigos, compañeros, y para aquel que estaba cerca por si se sentía mal de no recibir nada, pero al final terminaba exhausta y la mayoría de las veces sin comprar nada para mi. Así que un día anuncié mi renuncia a comprar cientos de camisetas y tazas (mugs) y decidí limitarme a comprar cosas útiles, la mayoría para mi. Claro que de vez en cuando compro alguna cosita para regalar, pero ya no es el propósito de los viajes y me queda más tiempo para disfrutar al máximo las experiencias de viaje sin la presión de comprar. Mis mejores souvenir se han convertido en fotos y anécdotas que ahora comparto en este espacio, y que creo valen más que esos llaveros y abre botellas made in china que se ven por todos lados; así que me he propuesto no comprar nada que diga entre líneas I'm a tourist. Ahora sólo compro algún imán con el nombre de la ciudad, por lo pequeño y fácil de llevar, y alguna otra cosa de utilidad que no sea muy grande y que no se consiga en NYC. Pero aquel día, caminando por la playa de Copacabana en Rio de Janeiro, tuve que romper una de esas reglas y comprar un souvenir grande y súper pesado.

Mi segundo souvenir, esta foto con Francisco.
El día estaba nublado. Los días de lluvia en Rio de Janeiro parecían no tener fin, y bañarse en el mar no era una opción, así que el plan se resumió a dar un paseo por la playa - guareciéndonos de la lluvia a ratos. En eso conocimos a Francisco, el vendedor de hamacas. Las llevaba colgando sobre el hombro y caminaba sonriente - como todos los cariocas - aunque el día era gris y no había mucha gente para comprarle. Fue una tentación demasiado grande porque yo soy súper fanática de las hamacas y me crié meciéndome en una hamaca todos los días. Para que me entiendan. En mi familia, las hamacas no son para los días de playa sino que también las tenemos colgando fijas en nuestras casas. Mi abuelo tenía una fija en su cuarto dormitorio y mis padres mantienen una en el jardín, aparte de otra para cuando vamos de pasadía en la playa. Desde pequeña aprendí a anudarla en algún árbol y a mecerme confiada boca arriba o volteada boca abajo - como una vaina de gandules - para, según yo, esconderme de mis padres. Así que en seguida le pregunté cuánto costaban.  

Ya no recuerdo el precio que me dijo en reales, pero eran cerca de $90, más de lo que yo cargaba conmigo ese día. En Rio no aceptan dólares, salvo con algunas excepciones, y por eso sólo llevaba conmigo la cantidad que estimaba necesaria para las compras en efectivo; lo demás se pagaría con la tarjeta de crédito. No tenía suficiente y dándole las gracias nos alejamos, pero no pude dejar de pensar en las hamacas que llevaba, en especial una muy bonita en color crema que me enamoró. Así que luego de caminar media playa decidí que la quería y me propuse encontrar a Francisco, rogando se no se hubiera ido. 

Al final sí lo encontramos. Francisco resultó ser una persona muy alegre y conversadora y aunque nos hablaba en portugués y Altin y yo entre inglés y español nos entendíamos bastante bien. Entre el regateo y el cambio entre dólares y reales le propuse pagarle en ambas monedas. Terminé pagando alrededor de $35. ¡Que feliz estaba! Yo le pregunté si podía tomarme una foto con él y por eso me pidió la cámara pensando que queríamos que nos tomara la foto a nosotros. No - le dije -  con usted. Y miren que elegante él y que sonriente yo en la foto de arriba. Seguro que es un souvenir caro, pero esta vez valía la pena. Las reglas se hicieron para romperse de vez en cuando. Y aunque me hubiera encantado quedármela, en Nueva York no tengo dónde colgarla, por eso se la llevé de regalo a mi madre la siguiente vez que fui de vacaciones a Puerto Rico. La he podido disfrutar, pero es mi padre quien se acuesta en ella a descansar o a leer todas las tardes. 
Su lugar permanente en el jardín de la casa de mis padres.
Los souvenirs pueden ser las cosas más sencillas del mundo, pero en secreto te recuerdan las mejores experiencias de viaje; como lo fue para nosotros conocer a Francisco aquel día. ¿Y tú, qué tipo de souvenirs compras cuando vas de viaje? ¿Hay algo en particular que te guste comprar?

6 comentarios:

  1. Lymaris en casa hay varias "souvenirs" que me has regalado y otros que has dejado, que yo me creo que son míos porque perpetuan tu presencia entre nosotros. Pero sin duda que esa hamaca tiene un significado muy especial para nosotros. Hoy por ejemplo eché un sueñito en ella mientras caía un aguasero. En otras ocasiones me acuesto en ella para disfrutar de un espectacular consierto de los coquies mientras hablo por teléfono contigo. Papi hace en ella su Sudoku y termina profundamente dormido,ja,ja, hasta que escucha uno que otro ruido en los alrededores. Gracias por hacerme dueña de tan valioso "souvenir" "MI HAMACA". TQM

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  2. ¿Sabes qué? A veces me salta la idea de ir a casa a buscar todos esos tesoros (souvenirs), pero luego recuerdo que allá siempre estarán seguros. Gracias por guardármelos y por dejar que adornen tu casa. Y esa hamaca, disfrútala por mi... ¡hasta que yo vaya! :)

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  3. Lymaris yo tambien hacia eso, compraba souvenirs para mundo y reimundo, hasta llevaba una lista de personas. Y compraba extras por si se me olvidaba alguien. Gracias a Dios ya pasamos esa estapa. Ahora te contare cual es el mejor souvenir que tengo, no me costo nada. Joshua, un souvenir de Las Vegas! Lo que pasa en Las Vegas NO se queda en Las Vegas!!! :)

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  4. Nena, ahora la hamaca es pa dormir siestas después de hacer SUDOKU JAJAJAJAJAJAJA

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