sábado, 4 de septiembre de 2010

Los aborígenes australianos

Cuando surgió la idea de ir a Australia, y la posibilidad de hacer el viaje, me ilusioné pensando que iríamos al Outback a ver el desierto; la tierra de nadie. Y sobre todo, que podría ver la inmensa piedra que cambia de colores con el reflejo del sol al atardecer; esa que los aborígenes australianos llaman Uluru. Pero por lógico que parezca hacer esa excursión, Australia es inmensa y una semana no nos daba para tanto. Y es que el Uluru está muy lejos, en el mismo centro de Australia. Si no fuera por el trabajo hubiésemos extendido nuestras vacaciones y quién sabe... pero por eso nos quedamos la semana entera en la ciudad.

 Visitamos el puerto de Sydney bastante seguido esa semana, porque ahí es donde ocurre prácticamente toda la acción en la ciudad. Allí se encuentra la Ópera de Sydney, el puente de la bahía, hay restaurantes y tiendas de souvenirs, y los barcos que te llevan al Zoológico, la playa Bondi y a los alrededores de la había. Ese día teníamos pensado darnos una vuelta en alguno de los feries que salen del área del muelle, conocido como Circular Quay, para ver la ciudad desde el agua. Y allí, mientras mirábamos en qué bote teníamos que montarnos los vimos a ellos; los aborígenes australianos

Aquí fue donde único vimos aborígenes en Sydney. Estaban dando un show para los turistas y la gente que pasaba. Yo estaba muy impresionada con su fisonomía porque son muy diferentes y nunca había visto una persona con sus características; sólo en televisión. Es extraño que viviendo en Nueva York aún me impresione ver gente diferente, pero es que estas personas son literalmente un mundo aparte. Y allí estaban tocando su música con un instrumento llamado didgeridoo. Ese que parece un tronco hueco. Por eso decidimos posponer lo del ferry y escuchar un rato. El didgeridoo produce un sonido espectacular, y puedes sentir la vibración en el estómago porque el sonido es grave e intenso. Estábamos embelesados mirándolos y escuchándolos tocar cuando de repente uno de esos hombres exóticos comenzó a hablar. Estaba invitando a los turistas que se aglomeraban allí a que se acercaran e intentaran tocar el instrumento también, pero pocos se animaban. ¿Le tendrían tanto miedo como yo? Bueno, yo le tengo miedo hasta a los payasos así que mi miedo no cuenta. Pero lo cierto es que el hombre rompió el hielo cuando dijo: “Acérquense que yo no muerdo”. Que actitud tan interesante y que mucho nos dijo con tan pocas palabras. A mi me pareció genial su forma de hacernos entender que él comprendía perfectamente nuestra curiosidad y hasta nuestro temor. Por desgracia, le tenemos miedo a todo lo desconocido. Pero detrás de aquella piel pintada había un hombre como cualquier otro, que utilizaba su apariencia para regalarnos exactamente lo que estábamos buscando: visiones de hombres salvajes y exóticos.

Y donde quiera que uno vaya encuentra gente en la calle demostrando su talento, y llenando de colorido el paisaje. Pero en Sydney, en vez de peruanos con sus flautas y su música andina o músicos y bailarines de hip-hop como en NYC, estaban ellos dando su función. Al único que vimos atreverse a intentar tocar el instrumento fue el chico que se ve en el video que les dejo a continuación. Y como verán, no tardó mucho tiempo en rendirse. Parece que después de todo el didgeridoo no es tan sencillo de tocar.

3 comentarios:

  1. Si quieres ver eso de los cerros cambiando de colores al atardecer, te recomiendo que vayas al Salar de Atacama en el norte de Chile.

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  2. Lo voy a poner en agenda, porque me encantaría visitar Chile. Aquella cena en Pomaire Rest. despertó mi interés, y con esta ya son dos las razones. Gracias por la recomendación.

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  3. Dios mio pero qué revolú!!! Además, yo no me atrevería porque ahí pegan las bocas muchas personas raras jajajajajajajajaj

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