viernes, 5 de noviembre de 2010

¿De viaje o de compras?

Resulta que a mi novio le gusta ir de compras – No me envidien chicas, mejor pongan a sus chicos a leer esto. En realidad no es que él sea un shopaholic, es que siempre le entretiene encontrar una buena ganga. Pero cuando yo estoy de viaje no pienso en comprar, para mí viajar es una actividad de carga ligera y me concentro en ver y conocer lo más posible el lugar en cuestión. Así que cuando Altin me dijo que quería ir a una de las tiendas por descuento que vio en Seattle yo me quedé pensando... ¿para qué quiere perder tiempo en una tienda a la que podemos ir con tan sólo cruzar el Hudson, en New Jersey? Era tarde, ya había oscurecido y mis pies no aguantaban más la caminata, pero Altin quería ir de todos modos. Ok, vamos – le dije sin mucho entusiasmo. Que cómico fue darme cuenta que habíamos invertido los papeles. La mayoría de las veces son los hombres los que están locos por salir corriendo de las tiendas mientras nosotras nos medimos una falda más, porque esa sí que nos va a quedar bien.

Los precios eran difíciles de resistir y salí con unos trajes para el otoño y la sorpresa de haberlos conseguido. En general, soy de la clase de compradores que casi no va a las tiendas y sólo me aparezco por el Mall si me hace falta algo. Suele suceder cuando cambia la temporada y necesito un par de botas nuevas o sandalias porque las que tenía el año pasado cogieron paleta hasta más no poder. Pero si logro vencer la apatía de ir, y se libera la bestia compradora en mí, no hay vuelta atrás y puedo gastarme un dineral en sólo un día. Luego de eso no me verán comprando por varios meses y eso fue precisamente lo que pasó en este viaje.

Trajes/camisas tejidas
Luego del incidente en Seattle, en Vancouver seguí comprando a pesar de que no encontré las mismas gangas. En Canadá, por un cambio reciente y que aún está en período de prueba (por un año), se paga el 13% de impuestos de consumo – muchísimo más que el 7% de IVU (Impuesto a las Ventas y Uso) en Puerto Rico o que el 8.875% sales tax que se paga en NYC. La diferencia esta vez fue que conseguí ropa muy bonita y diferente, especialmente mientras caminábamos por la calle Robson. Esa es la calle que debes buscar en Vancouver si te gusta ir de shopping. Por allá me compré unos leggins súper cómodos, una correa, una bufanda y una camisa tejida. Y claro que Altin también compró, pues a él fue quien se le ocurrió todo este lio. Ese fue el segundo desarreglo, la maleta comenzó a llenarse, y yo comencé a preocuparme ya que en esta ocasión regresábamos a Nueva York en avión y no guiando como las veces que hemos ido a Montréal. Y si has viajado recientemente sabrás de las mil y una restricciones que tienen en cuanto a qué puedes o no llevar. Hasta ese momento todo cupo en la maleta, incluyendo una botella de vino que Altin quería traer. Y como la maleta pesaba bastante, decidí que no podía arriesgarme a traerla a bordo conmigo, tenía que enviarla por carga y pagar los $23 por maleta que exigen las aerolíneas. Sí, así de caro está todo.
Bufanda de Le Chateau

Regresando de Vancouver al aeropuerto de Seattle teníamos varias horas de espera para nuestro vuelo a NY, así que paramos en los Seattle Premium Outlets para comernos algo y, por supuesto, ¡seguir comprando! Tengo que recalcar que la idea tampoco fue mía esta vez, pero fui cómplice porque tampoco dije que no. Yo ya estaba envuelta en el torbellino de lo bueno, bonito y barato que me arrastraba de tienda en tienda y no sabía como escapar de él. ¡Y allí sí que hicimos fiesta! Un abrigo impermeable, una minifalda de mahón, botas nuevas, medias, y esos fabulosos tacones de la foto de arriba. No había vuelta atrás, las cosas tenían que caber. A fuerza.

Las botas que compré en los outlets
Ya en el estacionamiento, nos deshicimos de las bolsas, las cajas, y cualquier otra envoltura de las tiendas. Yo me cambié los zapatos por las botas, y el jacket lo traería puesto conmigo. – Espero que esa botella de vino no se rompa y me dañe todo lo que compré – dije en voz baja. La maleta pesó 47 lb, apenas a 3 lb del máximo permitido. Lo que sentí en este viaje fue adrenalina de otra naturaleza, pero ¡no lo vuelvo a hacer! Y gracias a Dios no pasó nada malo que hasta la botella llegó bien a NYC.

¿Alguna vez te ha pasado como a mí? No lo digo sólo por comprar, pero ¿Haz cambiado completamente las reglas del juego que de algún modo te las habías impuesto hasta ese momento? El monstruo comprador saldrá de nuevo entre primavera y verano, lo sé. Y ojalá que no sea durante otro viaje porque, aunque parecía muy divertido, la preocupación me tenía mal. Por ahora tengo suficiente con disfrutar recordando la impulsividad que me atacó esta vez, esperando no repetirla, y justificando el incidente con la excusa de siempre: sólo compré cosas que me hacían falta. Sí, claro. 

3 comentarios:

  1. Ay mija... yo de vez en cuando me compro alguito mija y tengo unos tacos nuevos que NO he podido estrenarme y una falda nueva que TAMPOCO me he puesto; ya los estrenaré espero prontito.

    También se lo que es NO pensar en que todo lo que compras NO te va a caber en la maleta pues me pasó ahora cuando fui a Florida que yo juraba que la maleta iría conmigo en el avión y cuando la trataba de pasar por el pasillo no cabía ajajajajajaja la azafata bien grosera me hizo enviarla en carga con las tazas que yo SI había comprado de souvenir jajaja Qué maldita vergüenza pues fui la última en entrar al avión por estar metía en el baño del aeropuerto jajajajajaja

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  2. Ay Gretchen, me hiciste reír. Es que te imagino toda achongaíta con la azafata. jaja Los tacos no me los he estrenado todavía, pero ahora que vienen las fiestas seguro que aparece la oportunidad.

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