sábado, 21 de agosto de 2010

La última cena en Río de Janeiro

La última noche que estuvimos en Río de Janeiro, fuimos a cenar al restaurante Italiano La Trattoria. Ya no recuerdo si fue porque estaba en la guía o porque tuvimos la fortuna de encontrarlo, pero lo que sí recuerdo es que la experiencia fue exquisita; no solo por la comida pero también por el ambiente. Hacía poco que habíamos visto La Traviata en NYC, y mientras esperábamos por nuestra cena discutíamos la historia y nuestra experiencia (mas bien la mía) en la opera. Nuestra conversación iba entre el inglés y el italiano y se fue animando poco a poco por mi indignación hacia las injusticias de la sociedad representadas en aquel drama. Una mujer de mundo que deja todo por amor, pero que la sociedad no perdona... al final lo pierde todo, hasta su vida. Y estábamos absortos en nuestra conversación cuando de repente el hombre que estaba cenando en la mesa contigua nos interrumpió con una excusa bastante inocente acerca de nuestra orden.

El hombre era francés y lo que yo ignoraba aún era que había estado pendiente a nuestra conversación todo el tiempo. Eso me lo comentó Altin cuando salimos, porque lo escuchó hablarle de nosotros en francés a su acompañante. Le respondimos y él aprovechó para buscar conversación preguntándonos de dónde éramos. Luego de que Altin le dijera de dónde era y, por la reacción del hombre, le explicara por qué hablaba tan bien el francés, el hombre se dirigió a mi. Yo no soy albanesa, le dije. Y cuando le dije que era de Puerto Rico me respondió con una cosa que me sorprendió, aunque debo decir que sorprendió mucho más a Altin que lo catalogó casi como un insulto; aunque no mal intencionado. En fin, que me dijo que no parecía puertorriqueña, porque cuando pensaba en Puerto Rico pensaba en West Side Story. ¿Ah? Como se nota que ese hombre no ha pisado mi islita. Yo no me identifico con las experiencias y situaciones representadas en esa obra y muy amablemente le expliqué que las cosas en Puerto Rico son muy diferentes, que se diera la vuelta para que viera lo hermosa que es. Altin, muy orgulloso le contó de su experiencia cuando vino a Puerto Rico y me apoyó en todo lo referente a mi origen, lo que me hizo sentir muy bien. Y así luego se entretuvieron ellos dos hablando un poco de negocios hasta que llegó nuestra cena. Pero nunca entendimos su interés en hablar con nosotros, siendo que ya tenía compañía.

La comida, tengo que decir, estuvo fantástica y es uno de los platos más deliciosos que he comido: ravioli relleno de setas en salsa de parcha y queso parmesano rallado por encima. De primera impresión parece una combinación extraña, pero los sabores estaban muy bien balanceados entre el dulce de la parcha y lo salado del queso parmesano. Esas son las cosas que uno recuerda en los viajes, lo inesperado, porque se queda impregnado en la memoria. ¡Y que rico sabía aquello! Altin se comió unos tortellinis, pero no recuerdo rellenos de qué. De postre pedimos un tiramisú que, aunque no ha sido el mejor que me he comido, no pudo eclipsar mi fascinación con el plato que acababa de saborear. 

Así seguimos disfrutando de la velada cuando de pronto nos dimos cuenta de que no teníamos dinero en efectivo para hacer el viaje en guagua hasta el aeropuerto al día siguiente. A Altin se le ocurrió pedirle cambio a uno de los meseros, pero el chico no se atrevía a hacer la transacción por lo que pedimos hablar con el dueño del lugar. Recuerden que no en todos los países aceptan efectivo en dólares y en Río no hay Metrocard que valga.  El dueño resultó ser un Italiano vero vero y aprovechamos para hablarle ¡en italiano! Que divertido, el dueño estaba fascinado con nosotros y hablábamos como si nos conociéramos de mucho tiempo. ¿Qué estaría pensando el francesito de nosotros ahora, eh? Éramos dueños de nuestra situación y la estábamos pasando de maravilla. El dueño nos cambió con mucho gusto un billete de $20 dólares por el valor correspondiente en reales (reais en portugués) con el cambio a nuestro favor, y ¡sin comisión!


Al día siguiente estábamos en medio de la avenida Atlántica, bajo el sol caliente, esperando la guagua para el aeropuerto. De las tantas que pasan, sólo una nos llevaría al aeropuerto por un módico costo de 6 reales. Ya estábamos cansados de esperar y de preguntarnos: ¿Será una de esas guaguas que vienen por ahí? La próxima vez cogemos un ¡taxi! La guagua llegó, pero ya íbamos tarde para coger el vuelo hacia Buenos Aires, y lo que nos pasó luego es tema para otra historia... de más está decir que por poco perdemos el avión.

6 comentarios:

  1. El francés probablemente estaba un poco aburrido de SU compañía en el restaurante y por eso estaba de metiche escuchando lo ajeno jajajaja... pero de seguro hará un google search de Puerto Rico o le comentará a alguien para hacer un viaje quién sabe cuándo...jijiji

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  2. Creo que Puerto Rico debe presentar una demanda ante los productores, actores (sobre todo Natalie Wood) y todos lo que han tenido que ver con esa pelicula. En mi trabajo mi jefa y compa~eros que mucho JO... con esa pelicula, creen que ven la pelicula y ya saben como somos los puertorrique~os. Que bueno que le hayan cerrado la boca al frances ese... En fin, esa mezclita de parcha con queso debe quedar exquisita! Bon Appetit! ;-)

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  3. Lorna, siempre me quedará la duda de cuanta realidad o ficción se presenta en esa obra. Una cosa sí es cierta, la experiencia de los puertorriqueños hoy es muy diferente. Ojalá podamos cambiar los estereotipos que nos acosan.

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  4. Le conte a mi jefa de tu blog y el frances, casi se muere de la risa y empieza a tararear la cancioncita, ella dice que es su pelicula preferida!!! jajajaja

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  5. Si supieran que yo nunca he visto esa pelicula y el frances se habia enamorado de Altin desde que lo vio, por eso la conversacion, jajajajajaja

    Por eso es que uno no puede opinar de un pais, ni de la gente de ese pais HASTA QUE LO VISITA, porque si nos dejamos llevar por muchos compatriotas que viven fuera de PR ni nosotras vendriamos para aca ;-)

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  6. ¿Sería eso? Porque no le hacía ni caso a su acompañante. jajaja Ah, y en eso último te doy toda la razón! Porque mira que de que los hay los hay. jajaja

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