Brasil no nos recibió con los brazos abiertos, pero me refiero al clima, porque de los pocos días que estuvimos en Río de Janeiro sólo paró de llover el día que nos fuimos. Pero no por esto dejamos de ver las atracciones turísticas. Mientras caminábamos en la playa de Copacabana, se nos acercó un señor que vendía paquetes turísticos para ver los lugares de interés en la ciudad. Ya habíamos perdido tiempo por causa de la lluvia y, aunque preferimos explorar las ciudades a nuestro paso, en esta ocasión valía la pena dar la vuelta en una excursión organizada. El hombre era argentino, y hacía varios años que vivía en Río, así que también aprovechamos para preguntarle algunas recomendaciones sobre nuestra siguiente parada, Buenos Aires. Luego de una animada conversación sobre su vida en Río y de sus sugerencias sobre qué ver en Argentina, hicimos la reserva y quedamos en una hora para que nos recogieran en el hotel. La lluvia no paraba pero no dejamos que eso nos detuviera.

Luego visitamos el Sambódromo, dónde desfilan miles de personas durante el carnaval de Río de Janeiro. Cuando lo vimos estaba vacío y así a buenas parece simplemente una calle en cemento con gradas a los lados. Alguna vez iré a verlo durante el carnaval, lleno de luces, batucada y bailarines de samba. En esta ocasión las únicas plumas que vi fueron las de los trajes que podíamos probarnos en una pequeña tienda de souvenirs pertenecientes a una escuela de samba.

Y luego nos tocaba por fin subir el corcovado para ver el Cristo Redentor; la estatua de Cristo con los brazos abiertos en el tope de la montaña y desde donde esperaba ver una impresionante vista de la ciudad. Lo habíamos dejado para el final dándole tiempo a ver si paraba de llover, pero la lluvia seguía; aun así continuamos. Comenzamos a subir en una minivan y la carretera era tan empinada que me empecé a asustar. Ahí abajo se pueden ver las favelas - decía el hombre mientras conducía y yo sólo pensaba en el barranco que bordeaba la ruta. Yo estoy acostumbrada a subir cuestas, pero esta era peligrosa y el clima no me daba confianza alguna. Por fin llegamos a la cima y nos dispusimos a subir las escaleras hasta la plataforma donde se encuentra la estatua.

Gracias a Dios llegamos bien, y contentos de haberlo intentado aunque fuera en las peores condiciones. Seguro que vale la pena subir, pero mucho mejor si el día está claro. Brasil nos jugó la broma de amanecer soleado al día siguiente, y con un calor infernal. Como mostrándonos de lo que es capaz e invitándonos a volver. Yo le acepto gustosa la invitación, pero la próxima será para ir al Carnaval y con suerte veré también al Cristo del corcovado bajo sol en vez de nubes.
De Brasil vienen 3 muchachos para mi lugar de trabajo a hacer su entrenamiento para un Chilis que abrirán en Brasil pronto...
ResponderBorrarTienes que aprender unas palabritas el portugués... Aunque ellos se las arreglan muy bien con el portañol, ya verás que bonito lo hablan. :)
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